Anónima:
Coincido contigo en que desde los tiempos de nuestras abuelas -en mi caso, casi comienzos del siglo XX- hasta hoy, la situación de las mujeres en España ha cambiado para mejor. Pero también hay que señalar que no ha cambiado todo lo que debiera y a la velocidad que nos hubiera gustado.
Lo que me preocupa es que esos cambios los protagonizamos muchas mujeres por convicción sobre nosotras mismas y sobre nuestros papeles sociales. Así, nos embarcamos a convertirnos casi en superwomen: cargamos con hijos, hogares y trabajos dando origen a la doble jornada, peleamos por nuestros reconocimiento profesional y disputamos el espacio a los hombres, muchas veces con su apoyo y su complicidad y muchas otras veces con manifiesta hostilidad masculina, pero logramos imponer un cambio social importante.
El mercado, rápidamente, captó el mensaje y obligó a las mujeres a salir de sus hogares. La situación de los salarios, el precio de las viviendas y la nueva mentalidad obligó a las mujeres a trabajar y, para poder trabajar adecuadamente, a estudiar. La educación ha sido la vía para el acceso de las mujeres al mercado de trabajo y para entrar en el sector público. El sector público, a diferencia del privado que es asquerosamente machista (con escasas excepciones), valora la cualificación y otorga tratao igualitario a mujeres y hombres. En el sector privado, por el contrario, las mujeres por regla general siguen estando peor pagadas y más explotadas y subordinadas que los hombres. Pero en todos lados, creo, sigue siendo cierta el lema de que "las mujeres tienen que demostrar el doble que ls hombres para que les reconozcan la mitad de ese valor".
Todo ello ha supuesto y supone un sobreesfuerzo al que hay que añadir un dato importante. Mientras que los hombres aceptaron a regañadientes la presencia de las mujeres en el ámbito productivo, se negaron en redondo -salvo excepciones, que siempre las hay- a asumir su parte en el ámbito reproductivo (el del hogar, el de las tareas domésticas y la crianza). Más sobreesfuerzo para las superwomen.
Las chicas más jóvenes han visto el coste de este cambio en sus madres y no están dispuestas -son más listas- a asumir esas heroicidades. Por ello, retrasan la maternidad y se enfrentan de otro modo, casi masculino, a las tareas domésticas. Este abandono de las tareas domésticas por parte de las mujeres más educadas ha permitido, a su vez, el acceso al mercado laboral de mujeres sin cualificación, pues el hueco que deja una mujer en su hogar y con sus hijos es cubierto por otra mujer: a veces abuelas o empleadas domésticas (sector mal pagado y explotado donde los haya). No hay hombres apenas en el sector de servicios domésticos. Menos que mujeres en los altos puestos de las ingenierías (sector masculino por excelencia).
Todo este rollo es para decir que sí, que se ha cambiado, pero que nada garantiza la permanencia de esos cambios si las mujeres no los imponen, los defienden y los llevan a la práctica. A mi me preocupa ver las actitudes de las chicas adolescentes de hoy -tampoco quiero generalizar sin base, son observaciones puntuales en mi entorno-, pues las veo muy dispuestas a asumir papeles de objetos sexuales y de sumisión a sus chicos, los jovencitos de 14 y 15 años que las llaman "mi chocha" y cosas así.
Nfer:
Lo que te ha pasado es muy frecuente, desgraciadamente. La cosa es imponerse y ridiculizar al (o a la, que también las hay) que se deja llevar por los estereotipos de que las mujeres siempre ocupan posiciones de subordinación. Pues la subordinación es un hecho: mientras más arriba en cualquier jerarquía social -profesional, política, académica, empresarial, etc- menos mujeres hay. Profesoras ayudantes o asociadas hay muchísimas, rectoras pocas. Diputadas muchas, presidentas de comisiones y portavoces pocas. Y un largo etcétera. Incluso una profesión tan feminizada como el magisterio, hay cientos de miles de maestras, pero muchas menos directoras de colegios (o como se llamen las escuelas ahora), parece como si los pocos maestros que hay estuvieran todos en cargos directivos.
Luego hay otro dato o hecho que no deja de tener su coña. Los hombres llevan muy mal, en el terreno de las relaciones de pareja, el que nosotras estemos por encima. Por eso, los sociólogos que estudian los divorcios han comprobado que un predictor bastante certero de la probabilidad de divorcio es el que las mujeres tengan un estatus superior al de los hombres. Ejemplo: médica con enfermero, catedrática con profesor a secas o profesora de universidad con profesor de bachillerato o maestro, arquitecta con aparejador, jefa con administrativo. Los casos contrarios, médico con enfermera, catedrático con profesora, etc., por el contrario suelen tener baja probabilidad de divorcio. Así que esto es lo que hay. Leí una vez un informe de un estudio realizado con ingenieras y, entre otras cosas interesantes, las ingenieras más jóvenes decían que cuando salían a ligar decían que eran diseñadoras, pues en cuanto decían que eran lo que realmente eran, ingenieras, los tíos salían corriendo.
El panorama, amigas, sigue estando muy crudo. Nosotras lo sabemos porque es el pan nuestro de cada día...
Nota:
Maris Jansons, magnífico! Me está encantando. Oigo el concierto por la radio mientras escribo esto, pues la antena de TV de mi edificio se xodió. Anoche, las uvas por la radio y hoy el concierto de año nuevo tres cuartos de lo mismo... :-(
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