Cuando era niña, si después de hacer alguna ruindad me sucedía algo malo, como, por ejemplo, caerme, los mayores siempre decían: "¿lo ves? castigo de dios", para que aprendiera que las ruindades no quedan impunes y no escapan a la justicia. Una, de todos modos, seguía considerando más temible el castigo paterno que el castigo divino, más fácil de entender como casualidad.
Esta tendencia a establecer relaciones causales entre acontecimientos cuya sucesión sólo es casual o simplemente de facto, llevó a
Hume y a otros filósofos a emprender importantes estudios sobre la naturaleza de la causalidad, de especial relevancia para el conocimiento científico.
Pareto, por su parte, consideró la tendencia de los humanos a establecer relaciones entre las cosas casi como un instinto y ocupa el lugar de honor en las seis clases de "residuos" que para él permitían explicar la acción ilógica de los humanos.
Algo como un "castigodedios" es lo que le ha venido al infame don pepito con el incendio del palacio episcopal de La Laguna. El impresentable editorialista y dueño del infecto tabloide tinerfeño de más venta y credibilidad, que no nombraré para no hacer propaganda (pues amén del insularismo ramplón destila racismo, sexismo y xenofobia), recriminaba el domingo pasado al Vaticano por relegar a la diócesis de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, llamada nivariense, a un lugar de "segunda", dado que la diócesis de la provincia de Las Palmas se llama diócesis canariense y su obispo se titula obispo de Canarias. Eso de que la Gran Canaria le dé nombre al Archipiélago y al antiguo obispado (que lo era de las 7 islas hasta finales del siglo XIX), que no dejan de ser hechos de la historia, trae al don pepito graznando domingo tras domingo, si nos atenemos a las reacciones del lunes en la prensa de la provincia oriental. Pues este lunes pasado, ayer, junto al "incendio" en la prensa grancanaria va y se produce el incendio real de la sede de la diócesis nivariense. Hoy está el incendio sofocado, pero la peste a quemado sigue, la calle está cortada y el centro de la UNED colindante está cerrado en plena semana de exámenes. Y el run run está en la calle.
Que si las bocas de mangueras de los bomberos de La Laguna eran de un tamaño diferente a las de las tomas del agua, por lo que tuvieron que llamar a los bomberos de Santa Cruz cuyas mangueras sí encajaban en las tomas de agua, con lo que se perdió más de una hora de fuego voraz en un edificio de tea (A ver, señora Alcaldesa de La Laguna...). Que si el Obispado, ocupando un palacio que forma parte del Patrimonio de la Humanidad, sólo contaba con extintores como medida anti incendios y, además, para eludir las medidas obligatorias de seguridad en tales edificios estaba declarado como vivienda particular (A ver, señores de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias y del Cabildo de Tenerife...)
Lamento repetirme, pero me parece un gran peligro que nuestro patrimonio histórico, tan escaso ya de por sí, esté en gran medida en manos de la Iglesia Católica, que actúa con respecto a él con una tremenda irresponsabilidad. Que una estufa miserable haya podido ser la causa de tan pavoroso incendio y tanta pérdida, es como para meter en la cárcel por irreponsables a toda la curia tinerfeña y a las autoridades que lo han tolerado y permitido. Ya salieron los políticos de ATI -la alcaldesa de La Laguna, el presidente del Cabildo de Tenerife y el presidente del Gobierno? de Canarias- diciendo que se iba a reconstruir todo a la mayor brevedad. Hasta el líder de la pseudo oposición socialista dijo lo mismo para vergüenza ajena.
Pero a otro con ese cuento. Ninguna reconstrucción, por maravillosa que sea, nos va a devolver los artesonados de tea, ni los cuadros y muebles allí presentes y hoy completamente destruidos. Es cierto que la ciudadanía común no los disfrutaba, pues eran de uso reservado al clero, pero al menos estaban ahí y se podía pensar en otros usos más democráticos. Ya no. Todo se lo ha llevado el fuego. Y la reconstrucción, por más perfecta que sea, será un edificio nuevo sobre la antigua fachada, que siendo de piedra gris hoy está completamente negra.
Don pepito: castigo de dios por sus ruindades. Menos mal que el obispo es palmero y no grancanario...