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pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.
...
y pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.
D. Francisco de Quevedo
Cada vez está más claro que el asunto Meléndez, como sucede siempre con las pseudociencias, ha sido una forma de ganar rápidamente mucho dinero usando a la ciencia como disfraz. La empresa Instituto del Metablismo Celular (IMC), que empezó sus actividades de forma clandestina en la Universidad de La Laguna y se regularizó posteriormente, se autodefine como "uno de los mayores negocios de la historia", según informa hoy
La Opinión de Tenerife.
El proyecto empresarial de Meléndez, presentado a inversores y empresarios en 2004, señalaba que "teniendo en cuenta el posible precio de los productos que estamos usando en el mercado, el número de usuarios potenciales, el éxito sin duda han de tener, avalado por nuestra experiencia tras dos años y medio de prueba, y teniendo en cuenta exclusivamente los productos ya logrados, se puede calcular una ganancia neta de muchos miles de millones de euros anuales". Meléndez lo tenía muy claro: "la opinión pública asociará enseguida al IMC con el mayor descubrimiento de la Medicina en el último siglo. Ello le dará un prestigio social que repercutirá en su actividad y en su popularidad haciendo muy fácil la difusión de sus actividades". Y muy rentable, como sin duda ha sido.
No tenemos nada en contra de los desarrollos industriales y de la explotación comercial de productos científicos. Todo lo contrario. Nos parece muy bien la innovación producto de la I+D y la creación de empresas basadas en el conocimiento. Pero siempre que quede claro que son empresas cuyo fin es el lucro, el beneficio, y que ese beneficio se basa en vender un producto científico o tecnológico en el marco de la legislación vigente y sometido a las reglas del mercado. No disfrazando de investigación desinteresada un negocio muy lucrativo y muy interesado. Interesado en traficar con los enfermos y con la buena fe de los que creían estar contribuyendo a un nuevo Galileo y a un futuro premio Nobel.
En el caso del IMC de Meléndez se ha ocultado sistemáticamente este carácter empresarial y de negocio y se ha abusado de la buena fe de los consumidores y enfermos. Meléndez se inventó su Instituto
dentro de la Universidad y en ella empezó a vender sus polvos y a atender a sus clientes en la más completa ilegalidad. Ni existía ese Instituto dentro del organigrama universitario, ni la legislación permite a los universitarios que están en régimen de dedicación exclusiva a la universidad dedicarse a otras tareas ajenas a las universitarias ni, mucho menos, cobrar directamente por esas actividades. Cuando los universitarios prestan servicios de investigación a empresas o instituciones han de hacerlo en el marco legal de convenios o contratos informados y autorizados por la propia universidad y es la universidad la que cobra por esos servicios y la que paga después a sus profesores por ellos.
Meléndez no hizo nada de esto y estuvo años experimentando ilegalmente sus polvos dentro de la universidad y disfrazando sus ventas de donativos o aportaciones voluntarias a la investigación. Donativos o aportaciones que cobraba él directamente y de los que la contabilidad universitaria no tenía noticia. Todo ello, además, usando las instalaciones (locales, electricidad, limpieza, etc) universitarias de forma gratuita, lo que supone una competencia desleal con respecto a las actividades de otras empresas que tienen que poner en sus cuentas de gasto, como es natural, los costes de los locales y del mantenimiento de los mismos. Estos ahorros permitieron acumular el suficiente capital como para considerar que el negocio era muy rentable. Y sin pagar impuestos de ningún tipo ni a Industria ni a Hacienda, con lo que aumenta tanto el beneficio como la competencia desleal a empresas que tienen que "retratarse" ineludiblemente ante la administración para poder desarrollar sus actividades. Muy innovador, sin duda. Pero bastante ilegal y nada ético. Pues no es ético usar a los humanos como conejillos de indias, sin los controles adecuados y estabecidos, por mucho que éstos se presten voluntariamente a ello.
Cuando al fin se vio obligado a salir de la Universidad y a desarrollar sus actividades en la calle, el tinglado tenía ya tal envergadura y el éxito social era ya de tal calibre, máxime cuando entre sus clientes figuraban importantes cargos públicos, funcionarios, periodistas y empresarios, que hubo de regularizar su actividad, crear como empresa el hasta entonces Instituto fantasma y contratar médicos que sirvieran de pantalla legal para sus actividades sanitarias. Pues Meléndez vendía y vende curación. Curación de todas las enfermedades a un módico precio: 100 euros de donación "voluntaria" por paciente y mes. Meléndez consideraba que ello ayudaría a disminuir el gasto farmacéutico de Canarias y así se lo hizo ver a las autoridades sanitarias, lo que explica la de otro modo inexplicable pasividad de dichas autoridades durante estos años de lucrativa, ilegal y desleal actividad.
El "gancho" de marketing era magnífico: un "sabio" luchando en solitario por el progreso del conocimiento científico, una "revolución" en medicina y biología, el "mayor descubrimiento de la medicina del último siglo". Y un atractivo ingrediente de rebeldía: los intereses creados de médicos y farmacéuticos iban a perseguirlo, con lo que Meléndez aparecía como un héroe "antisistema". Causas nobles y generosas tras las que se escondía un proyecto empresarial muy claro y de gran rentabilidad económica: uno de los mayores negocios de la historia. Tan lucrativo como el eólico y el del gas y tan sucio y oscuro como ellos.
Han sido las presiones del Estado, de la Agencia Española del Medicamento del Ministerio de Sanidad, las que finalmente han obligado a actuar a la Consejería de Sanidad del Gobierno, creando una situación paradójica: la consejera Julios y la directora del Servicio Canario de Salud diciendo que los polvos son ilegales y el portavoz del Gobierno diciendo que lo que se busca es legalizarlos. Un día se dice que no constan efectos secundarios adversos de los polvos y al día siguiente se dice que podrían haber casos de efectos adversos. Mientras tanto ya se ha organizado la "Asociación de amigos de Meléndez-Hevia" para luchar por la dosis de polvos y por el mantenimiento del negocio, pues la figura de Benicio Alonso al frente de la asociación no es casual. Además, esta relevancia en los medios de comunicación regionales y nacionales ha supuesto una gratuíta campaña de publicidad que ha incrementado notablemente la demanda de los polvos y la petición de consultas. Más negocio. Las emisoras locales difunden los teléfonos de las consultas y, bajo la apariencia de la información, emiten publireportajes de las excelencias del método del "científico injustamente perseguido". Ya no son 7.000 pacientes (cifras que no se sabe si son ciertas porque su fuente es Meléndez), son 8.000. Entendemos las dudas del Gobierno de ATI-CC: 8.000 votos son una fuerza electoral nada desdeñable en Tenerife en un año pre electoral y unas encuestas no del todo favorables a esta fuerza política.
Si por fin se publica en el Boletín Oficial de Canarias la prohibición de la venta de los polvos y se procede al cierre forzoso de la ilegal actividad comercial, Meléndez ha ganado muchos más clientes en esta semana y, sobre todo, ha ganado popularidad y aceptación social. Veremos manifestaciones en su favor y en contra de la Consejería de Sanidad, como ya hemos visto pintadas que lo apoyan. No hay que olvidar que la Consejera de Sanidad es de Gran Canaria, lo que aporta el ingrediente de pleito insular indispensable para el éxito de la movilización.
El mayor negocio de la historia está en su mejor momento. No nos cabe duda de que Meléndez se ha convertido en un hombre de negocios y en un empresario "innovador". Pero que quede claro que la ciencia nada tiene que ver con esto. Es un rentable negocio pseudocientífico que tiene muy nerviosos a los dirigentes de ATI-CC y muy contentos a los inversores.