La Momia no quiere regresar a Tenerife
Mc. Gil
El tiempo había pasado demasiado rápido. La Momia se sentía muy a gustito en el Museo Nacional de Antropología (Madrid) desde el siglo XVIII, hasta que tuvo conocimiento que la Comisión de Cultura del Senado había aprobado su traslado a Tenerife por iniciativa de Ricardo Melchior. Después vino aquella inoportuna visita donde tuvo que soportar los desatinados comentarios del Presidente del Cabildo tinerfeño y de su acompañante, Cristóbal de la Rosa; un psicólogo que desempeña, como debe ser, funciones de director insular de Cultura y que asumirá, a partir de julio, las competencias del consejero de la triste figura ¡Que desgracia para la cultura insular!
Aquel encuentro trajo a la memoria de la Momia los tristes episodios de su infancia y desempolvó las centenarias luchas experimentadas por muchos isleños que tenían por costumbre ir a la mar a por naranjas. Una rebeldía silenciosa, un soplo de libertad en una isla amordazada, que contenía el anhelado sueño de romper por siempre aquellas cadenas caciquiles instaladas desde tiempo inmemoriales en sus peñascos Atlánticos.
Después de tres centurias, y a más de dos mil kilómetros de distancia, la Momia había superado ya su trauma identitario ombliguista y ejercía con toda naturalidad una condición universal, sin tener que refugiarse en esa panda la mafia canaria en Madrid que se investía con toga exótica ultramarina para encontrar un hueco en la abierta Corte madrileña.
Sin embargo, a partir de aquel sorpresivo encuentro, todo comenzó a tambalearse. Cada día que pasaba la Momia se sentía más cansada y aparecían sus primeros problemas para conciliar el placentero descanso al que estaba tan acostumbrada. Después vinieron aquellas horribles pesadillas que le acompañaban incesantemente, donde unas voces singulares se alternaban machaconamente unas detrás de otras.
Te vamos a llevar a Tenerife le decía Adán, mientras se atragantaba en su lectura con sujetos, verbos y complementos, sin concluir frase alguna, tenemos el mejor, glug, Museo del mundo; glug, glub, el mejor Auditorio del mundo mundial, glug; [indescifrable]..., glug, el mejor intercambiador, glug, de España, glug, glug..., [indescifrable]... Verás, como ha, glug, cambiado todo, glug, desde que te fuiste. [indescifrable]... Ahora semos un Archipiélago, glug, Atlántico, glug, Ultraperiférico, glug, Tricontinental, glug, y Trasoceánico, glug, glug, glug.
Te vamos a construir un chalecito le proponía Zerolo mientras sonreía picaronamente- en el García Sanabria, dispondrás de un kiosco en los Carnavales, una concesión comercial y parking en Las Teresitas, un exclusivo puertito deportivo en San Andrés, varias Terrazas nocturnas y, además, te haré socio del Club de Golf....
Tendrás un bono vitalicio para viajar en el Tranvía le susurraba Ricardo mientras debajo de la mesa cruzaba sus dedos además de gratuidad eterna para acceder al IODAC, me acompañarás a las bodegas, nos vestiremos de magos y te colocaremos en el ITER y en el NAP para desarrollar el continente de tus ancestros.
- Tu sabes le decía Paulino en voz baja mientras los demás abandonaban la sala apresuradamente que yo he sido el único que siempre te he tenido presente. Sabes que he pasado muchas tardes, muchísimas horas leyéndote mis intervenciones parlamentarias, he compartido contigo los dictados de Pepe Carlos y las jugarretas de ese grupito de miserables ingenieros....
Y una vez más, como iba siendo habitual en las últimas semanas, un humeante golpe de sudor y una violenta sacudida de ansiedad le devolvían a su cruda realidad.
¡Uhf, que pesadilla! ¡Qué horror! exclamaba con cierto alivio pero con indignación. Esto no puede continuar así. Debo hacer algo. Está claro. Remitiré una petición de queja al Diputado del Común, que aunque no sirva absolutamente para nada, al menos quedará como testimonio de mi voluntad y quizás el tiempo y la historia condene a quien corresponda".
Y empezó a escribir: Estimado Sr. Diputado del Común, me dirijo a Ud. para expresarle mi profundo lamento y malestar por los imponderables sufrimientos que deben soportar mis compatriotas isleños al constatar la calidad política, moral e intelectual de unos representantes que instrumentalizan mañas manipuladoras, victimistas y oportunistas, que califico de indignas, despreciables y que deshonran la memoria colectiva de mi noble pueblo originario. El Sr. Ricardo Melchior se ha atrevido a señalar, sin pudor alguno, que una momia es el cadáver de un ser humano antes que un objeto de museo, y todo ser humano tiene derecho a descansar en su tierra y me temo, muy mucho, que sus palabras no se correspondan con sus acciones. Su desvergüenza le ha llevado a decir también que mi presencia en Madrid no se ajusta a un discurso museístico apropiado, situación que cambiaría cuando esté ubicado en las dependencias del Museo de Tenerife. En fin, argumentos contradictorios e injustificados que unidos a las referencias directas que dispongo sobre los Museos del Cabildo me hacen más que dudar de sus intenciones. Además, insto y reto al Sr. Melchior que en coherencia con sus propios alegatos proceda a devolver inmediatamente todos los objetos que contienen los Museos del Cabildo de Tenerife y que pertenecen a otras islas hermanas como las de El Hierro, La Gomera, Lanzarote y Fuerteventura, además de las restituciones a sus lugares de origen de las importantes colecciones de arte precolombino (cerámicas, vasijas y otros elementos pertenecientes a la cultura Tumaco de Ecuador, de Colombia, México, Perú, etc.); la colección de Cerámica Bereber (las más de sesenta piezas procedentes de ocho zonas distintas del Atlas Marroquí, Fez, Tazzeka, Azrou, Beni Mellal, Orica, Tazzarine, Asni y Marrakés.), las colecciones africanas de Costa de Marfil, Alto Volta, Ghana, Togo, Malí, Congo, Senegal, Nigeria, Mauritania, Gambia y Sudáfrica (entre las que destacan las piezas trabajadas en madera: representaciones humanas y animales, máscaras así como colgantes, pulseras, anillos, pendientes y aros para las orejas, brazos, piernas y tobillos, fabricados en oro, plata y bronce...), etc., etc.
Sobre el ínclito psicólogo de la cultura tinerfeña, Cristóbal de la Rosa, que decirle. Esta lumbrera entre otras incongruencias, que soslayaré por obvias, ha señalado que el Museo Arqueológico de Tenerife ofrecerá a este antepasado mejores condiciones de conservación y el respeto adecuado, ya que no es una vasija de barro para ser expuesta como una curiosidad, sino un ser humano que en nuestras instalaciones recibirá el contexto, la dignidad y el respeto que se merece". Que yo sepa, Sr. Diputado del Común, muchos especialistas han afirmado que soy la mejor momia conservada y supongo que en ello algo tendrá que ver el trato que he recibido del Museo Nacional de Antropología. En fin, que le traslado mi preocupación y repulsa por la actitud de unos mandarines que perturban mi secular tranquilidad para justificar sus incompetencias y que me utilizan como recurso mediático a través del victimismo de una cultura a la que siempre han despreciado y a sus acciones me remito. Por tanto, es mi deseo que se respete mi decisión de exiliado político ante el desolador panorama que presenta ese Archipiélago. Sin otro particular, le saludo afectuosamente.
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