Agosto -es ya un tópico- es un mes malo para los periódicos pues se encuentran escasos de noticias al estar las autoridades -y el país en general- de vacaciones. Por ello, contratan a mansalva escritores diversos y estudiantes en prácticas para rellenar sus páginas de relleno de los anuncios publicitarios, que son el sostén de las empresas de comunicación. No hace nada salió el inevitable Hawking hablando de la futura emigración de la humanidad a otros planetas, comentada por
Maruja Torres con la ironía que la caracteriza, afirmación que nos hace preguntarnos de qué teoría de la física se desprende tal emigración. Y que nos confirma el importante papel de la ciencia ficción a la hora de modelar los mitos sobre el futuro. Dicho sea de paso, lo peor que tiene este proyecto de emigración masiva en cayucos interestelares es que da por sentado que en el planeta Tierra ya nada puede hacerse, suposición esta que apoya, aunque sea de forma implícita, las prácticas destructivas que sufrimos todos los días a nivel local y a nivel global.
En Canarias no nos quedamos a la zaga en pseudociencia de verano. Según informa hoy
La Opinión de Tenerife, el pasado día 17 Meléndez solicitó la patente para su factor 2, el ácido L-aspártico. Aún no tiene la patente del factor 1. Lo que tiene ahora son 2 solicitudes de patentes en la
Oficina de Patentes de los Estados Unidos, como puede comprobarse
aquí. En ambas solicitudes, se pide patentar los usos de los factores como elementos de prevención y mejora de una amplia gama de enfermedades asociadas con el almacenamiento de grasas por parte del organismo: obesidad, diabetes, hipertensión, migrañas y dolores de cabeza, cetosis, adicción al tabaco y otras drogas, esclerosis múltiple, Alzheimer, etc. En ambas solicitudes de patente, la ingesta de los factores va acompañada por una estricta dieta que suprime el consumo de alimentos con almidón.
Mucho se ha argumentado
aquí sobre los "polvos de Meléndez". No hay nada nuevo que añadir. Quizás que el hecho de que las solicitudes de patentes hayan sido realizadas en el 2006, deja bien claro que Meléndez mentía cuando en el 2004 decía que no publicaba nada porque tenía solicitadas las patentes de su "revolucionario" método, sanador de todos los males y motor del "mayor negocio de la historia". La prohibición de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias y del Ministerio de Sanidad español de prescripción de los polvos sigue aparcada en el limbo judicial y es, de hecho, inoperante. Los polvos se venden, y muy bien, una vez solucionados los problemas de suministro del factor 2 acudiendo, cómo no, a un suministrador chino, según comenta un cliente del IMC. Si ya había
problemas y dudas con las condiciones de envasado de la empresa española, pues era una empresa autorizada sólo para usos industriales y no de consumo humano, vaya usted a saber las condiciones en que los chinos procesan y envasan el producto que se comen alegremente los muy numerosos clientes/pacientes de Meléndez.
Como las leyes de la propiedad intelectual en los Estados Unidos son muy elásticas a la hora de otorgar concesiones a ideas o procedimientos, como sucede con la patente del
doble-clik del ratón y otras
obviedades, que desafían la definición misma de lo que es patentable desde el punto de vista del estímulo a la innovación, las solicitudes hechas por Meléndez y su hijo no desentonan. Otra cosa es que se las otorguen, pues no imaginamos cómo se va a controlar el hecho de seguir una dieta escasa en almidón y la ingesta de unos productos que existen en el mercado y se pueden adquirir libremente.
Hace 40 años, los periódicos en agosto nos informaban de los avistamientos del monstruo del lago Ness -el querido Nessie- y de platillos volantes en remotos lugares del planeta. Los platillos ya no sobrecogen, visto como está nuestro espacio inmediato de satélites de todo tipo y de basura espacial, y Nessie se ha convertido en un rentable y entrañable suvenir. Ahora, nos preocupa la extinción acelerada de los espacios y recursos naturales causada por la urbanización, y nos preocupan los efectos sobre nuestro organismo de las nuevas formas de vivir y alimentarnos en las sociedades posmodernas y posindustriales de esta sociedad global, donde, por un lado, la obesidad de los
ricos y los
nuevos ricos y, por otro, la miseria creciente de los
pobres y los
nuevos pobres, hacen que la alimentación sea un problema mundial.
Si Meléndez consigue las patentes, cosa que no parece probable pero nunca se sabe, está de enhorabuena, pues tiene ante sí el codiciado mercado chino que ya padece los
problemas de obesidad propios del desarrollo industrial. El mayor negocio de la historia, sin duda alguna.
Post data vespertina: Lo que sucede es que si eso fuera tremendo negocio y solución de tantos problemas, que no lo es, no habría forma de controlar (y cobrar) ni el consumo de los polvos ni el uso de la dieta. Lo que las solicitudes de patentes le permiten a los Meléndez y a Eligio es ganar tiempo y seguir vendiendo en Tenerife que es la plataforma principal de sus ingresos y los sujetos de sus incontrolados experimentos. Menos mal que todos dicen que están bien y tan felices como ha prometido Adán Martín que íbamos a ser todos los canarios en los cuatro años de su exquisitamente equilibrada presidencia.