Después de leer
Nieve de
Orhan Pamuk fui consciente de las tensiones entre el islamismo y el laicismo en Turquía, por lo que la
manifestación celebrada ayer en Estambul contra la islamización del Estado me pareció un interesante caso de resistencia republicana a la progresiva implantación de teocracias en diversos Estados del planeta.
Aquí en España, como sigan así las cosas, vamos a tener que salir a la calle más o menos para lo mismo. Las religiones, en especial la católica, no se contentan con su papel de ser preferencias privadas restringidas a las libertades individuales. Cada vez quieren más espacios públicos, no satisfechos con la privilegiada situación de ser mantenidos por el erario público de un Estado que se dice aconfesional (pero que no parece serlo), estar exentos de impuestos, tener grandes sectores de la educación en sus manos a través de la trampa de la educación concertada, acaparar un patrimonio histórico considerable del que no cuidan (casos claros: incendios de la Iglesia de Buenavista del Norte y del Palacio Episcopal de La Laguna) y, por no cansar, conseguir que todas las autoridades, con independencia de su color político e ideología, se den codazos para estar en las procesiones y fiestas religiosas de cada pueblo y ciudad.
No contentos ni satisfechos, la religión ha emprendido una feroz campaña contra la ciencia, quizás como un intento de volver a la situación de monopolio de poderes del siglo XVII. No me refiero a las defensas incondicionales del creacionismo, que tan de los nervios ponen al
Paleofreak. En
El Plural leo con estupor que en la
Universidad Católica de Murcia se ha leido una tesis doctoral en la que se afirma que “lo que más protege al hombre de riesgos cardiovasculares es estar casado con una mujer que tenga dinero, cierto nivel de estudios y que no trabaje fuera de casa”. La Universidad de Murcia, la pública, ha salido al paso y el Decano de su Facultad de Medicina se ha apresurado a declarar que "no existe bibliografía científica rigurosa que avale tales conclusiones" y "lamenta que desde esa universidad católica se esgriman este tipo de estudios seudocientíficos al objeto de respaldar la creación por parte de la UCAM de su propia Facultad de Medicina en la ciudad de Cartagena."
Ya sabíamos que para la Iglesia Católica las mujeres, la Mujer así en abstracto, es la fuente de todo mal, pero hacernos culpables de los infartos de nuestros maridos por no ser ricas y tener que trabajar, me parece de una crueldad innecesaria y, además, bastante contradictoria con la retórica de los católicos sobre los pobres y la frase bíblica del camello que pasa por el ojo de la aguja antes de que el rico entre en el cielo. Vale que llevemos al pecado entre las piernas, pero causar infartos a los maridos por tener que trabajar ya digo que es un exceso.
Además de la tesis doctoral, otro "científico" católico, el famoso Aquilino Polaino, se suelta con que "la plenitud sexual está en la vida matrimonial", como recoge el blog de Manuel Rico,
Periodismo Incendiario, citado también en
El Plural. Se supone que en la vida matrimonial resultado de braguetazo, pues si no, infarto al canto. Ya era conocido Polaino por aquellas afirmaciones sobre los homosexuales como frutos de un padre hostil y alcohólico y una madre fria y sobreprotectora.
El problema de los católicos y la ciencia es el de la lealtad a la fe por encima del método científico. Dice la web de la
Universidad Católica de Murcia:
"El Ideario de la Universidad Católica está presidido por la fidelidad y adhesión a los principios del Evangelio y a las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, manteniendo un compromiso de fidelidad y lealtad a su Santidad el Papa, especialmente en materia de Fé y de Moral". Poca ciencia cabe ahí, como poca ciencia cabe en las teologías y doctrinas de las demás religiones.
Con el caso de Aquilino Polaino tiendo a ser más condescendiente porque el hombre me parece que es el fruto de un trastorno patológico debido a unos padres que tuvieron la poca delicadeza de darle ese nombre. Llamándose de esta manera, comprendemos y perdonamos el resentimiento contra la humanidad entera que debe tener este señor, que es numerario del Opus Dei, médico y psiquiatra. Su lealtad primera es a su organización. La medicina y la ciencia quedan en segundo lugar.
¡Que el cielo nos libre de sus activistas!