De los hambrientos de poder, pues del hambre de verdad no tienen ni idea. Comen a mesa y mantel en los mejores restaurantes, ahora que la cocina se ha elevado a categoría a veces de arte a veces de ciencia, cuyas facturas se pagan con los impuestos del erario público, ese que los trabajadores pagamos, nos guste o no, con nuestros salarios.
Los hambrientos de poder se disfrazan de salvadores de la ciudadanía y sacan al escenario toda clase de malabarismos y acrobacias, junto con enanos, mujeres barbudas y otros monstruos de la naturaleza. La magia del circo elimina la realidad del derecho, las leyes y el sentido común. Un señor feudal promete y jura por el derechismo racista más extremo (un Le Pen a lo mago) que va a discriminar positivamente a los isleños frente a los foráneos y a controlar la población en la Europa sin fronteras: fuera los morenos y los pobres, vengan los rubios y ricos, fuera la industria productiva, venga el cemento y el asfalto. Otro aspirante, muy a su pesar la aspiración, pues él tenía otras mayores, nos promete ayuda social y limpieza ante la corrupción, pero sus huestes apoyan de forma poco clara el gran negocio de la corruptela portuaria granadillera y la propuesta de premio de comunicación al diario más facha, racista e insularista que se haya visto. Otro contorsionista, bien pagado por papá, emprende un negocio de adquisición de poder político a base de marketing y euros, y logra reunir en su club a lo peor de cada casa, prometiendo todo lo que haga falta prometer: no moriremos en listas de espera, no bailaremos con la Cenicienta, los pobres serán erradicados (sin saberse bien mediante qué procedimientos, pero esto es un circo y la magia hace salir conejos de la chistera), los discapacitados serán empleados, los mayores atendidos y el paraíso bajará a la tierra única y surrealista.
Aún no ha empezado la campaña electoral oficialmente. Pero el circo ya está en la calle, ha instalado sus carpas en cada estadio y cada salón de actos. Todos nos piden apoyo a sus trucos de circo que levantan la admiración y el aplauso del respetable: seremos eficaces, honrados, transparentes, participativos, laboriosos, tolerantes, buenos y simpáticos, nos repiten sin cesar, pues ya se sabe que las mentiras repetidas un número adecuado de veces pueden convertirse en verdad entre el vulgo. Todos piensan que los electores son la masa sin voluntad e inteligencia, borregos que acuden en manada al pasto más verde y jugoso y balarán de entusiasmo en los abundantes almuerzos y excursiones gratis que se ofertan en estos días. Mujeres con Fulanita, Ancianos con Menganito, Jóvenes con Zutanita, Madres con Perenganito, todos en paellas y asaderos masivos, protegiendo la naturaleza con urbanizante cariño y con escrupulosa igualdad de sexos, de floreros y floreras.
Pasen y asombrense, damas y caballeros, señoras y señores. Las maravillas más extraordinarias se hacen realidad. Esto es el circo. Sólo queremos un poco de poder, cuanto más mejor, para hacerlos felices. Queremos hacerlos felices. Queremos servirles. Nuestra verdadera vocación es el servicio público. Todo para el pueblo sin el pueblo. La fantasía hecha realidad. El hambre agudiza el ingenio, como ya nos enseñó Quevedo en la Vida del Buscón Don Pablos. Todo es posible en el circo electoral.