La prensa califica de catástrofe natural el pavoroso incendio de la Cumbre de Gran Canaria, que sobrecoge al mirar esta foto de
Canarias 7
Realmente, la catástrofe es ecosocial, pues no hay naturaleza fuera de la sociedad y de las desiguales relaciones sociales. Ya ayer sospechaba que el incendio no podía ser accidental, que había una mano intencionada. Y esa mano resultó ser la del guardián, la del lobo cuidando de las ovejas y la zorra cuidando del gallinero. Vamos a ver qué más hay detrás de las confusas declaraciones del traidor criminal, que alega no sé qué del contrato con el Cabildo. Porque prender fuego al monte en el siglo XXI es delito de lesa humanidad y un acto de alta traición a toda la sociedad y a las generaciones futuras.
Viene siendo demasiado frecuente para que sea casual que en cuanto la izquierda llega al poder empieza a arder el monte. Conociendo la desmesura y desvergüenza en cuanto al equilibrio entre medios y fines que han mostrado ciertos grupos, la sospecha se instala en las mentes y nos exige que se aclaren muy bien los hechos.
Huele a quemado en Gran Canaria, sí, desgraciadamente. Pero también huele a podrido, a una podredumbre social que no duda en cometer los actos más criminales y abyectos. Si estuviésemos, que no estamos, en la polis clásica, este criminal sería condenado al ostracismo o al destierro. Nos ha dañado a todos y ha dañado a nuestros hijos y a nuestros nietos y bisnietos.
Cualesquiera que hayan sido sus verdaderos motivos, su acto no tiene perdón.