Hace pocos días, el 17 de septiembre, se cumplió un año y medio de la muerte de nuestro colega y amigo Javier Corzo, a quien seguimos echando mucho de menos pese al tiempo transcurrido. Su Facultad, la de Biología de la
ULL le ha puesto esta emotiva placa a la puerta del laboratorio donde trabajaba. La foto es mala, de teléfono, pero cuando sea posible la sustituiremos por una mejor.
Lo que quiero destacar es lo de crítico e independiente, además de investigador y profesor, que definían a Javier. Cada día es más difícil ser independiente y ser crítico. Los independientes son vistos como enemigos -reales o potenciales- y como sospechosos por quienes están alineados en cualquier grupo, secta o partido, sea religioso, deportivo, político o simplemente de opinión. Aquí, en estas islas, aunque el mal creo que es de toda España, ser independiente sale muy caro en apoyos, amistades, relaciones y otros mecanismos de influencia social. Los críticos son aún peor vistos y se les huye como de la peste, pues son incómodos y ponen en cuestión la hipocresía social reinante del buen rollito.
Hay que ser valiente para ser ambas cosas y, además, ser tan querido y reconocido como lo fue Javier. Que su ejemplo y su recuerdo no se borre con el paso del tiempo.