A Jacinto Quevedo le costó años y años de trabajo y de dotes persuasivas para lograr que Las Palmas de Gran Canaria contara con un Museo de Ciencia y Tecnología. Movió Roma con Santiago, que se dice, sorteó con habilidad de futbolista brasileño los embates enemigos y al final logró que Lorenzo Olarte, en aquel entonces Consejero de Turismo del Gobierno de Canarias, apoyara y acogiera el Museo, y éste pudiera abrir sus puertas en la casa Elder del Parque Santa Catalina.
Cuando el siniestro Soria fue elegido Presidente del Cabildo de Gran Canaria y Pilar Parejo mandaba en Turismo, ya hubo un susto y se pretendía convertir al Museo Elder en pinacoteca. Al final, la cosa sólo quedó en susto. Pero también en advertencia para el futuro. El Museo no sólo tuvo que luchar para nacer, sino que debería luchar constantemente para sobrevivir. La supervivencia no dependía, como alguien pudiera suponer, de su éxito social. El Museo de Ciencia y Tecnología bate récords de visitas, exposiciones, proyección o lo que le echen. Estos éxitos no se deben sólo a Jacinto Quevedo, por supuesto, pero él tiene muchísimo que ver con ellos.
Ahora que el siniestro Soria ha alcanzado la vicepresidencia del Gobierno de Canarias como pago a haber perdido estrepitosamente las elecciones en Gran Canaria, y ha logrado para su partido, el PP, diversas Consejerías regionales entre ellas la de Turismo, le ha faltado tiempo para echar a Quevedo de la dirección del Museo y poner a un propio al frente de él. Un propio que venía rebotado de La Cueva Pintada de Gáldar, donde ya se le cuestionó su idoneidad. En el PP parecen creer que el mero hecho de ser del PP y súbdito de Soria, aporta ya currículo suficiente para cualquier cosa, sea una Gran Marina, una urbanización ilegal, un pelotazo con el gas o con los molinillos eólicos. "Bisnes ar bisnes" que dice el vulgo bilingüe.
Jacinto Quevedo ha vuelto a su puesto de trabajo en la Consejería de Educación y hoy
La Provincia publica una entrevista donde cuenta sus batallas y la inquina de Soria con el Museo y con su persona. No hace sangre, cosa que habla muy bien de él, pero deja ver de qué ha ido la historia interna de este precioso Museo.
Quienes somos desconfiados por experiencia, nos tememos ya que este entretenido Museo empiece su decadencia, más bien su trayectoria cuesta abajo y sin frenos, gracias al prócer soriano, ahora convertido en el carcelero de Paulino. Iré gustosa a cualquier manifestación a favor del Museo y de su director y firmaré cualquier manifiesto en este sentido.
Mientras se organiza, si se organiza, la protesta ciudadana, sirva este articulillo para agradecer a Quevedo su profesionalidad museística y las buenas horas que he pasado entre las paredes y aparatos del Museo. También para expresarle mi solidaridad por esta trapisonda y este castigo por hacer las cosas bien, que en Canarias es una cosa peligrosísima porque a la gente le puede dar por comparar y más de uno -y una- puede quedarse con las vergüenzas al aire. No sus culos, sino sus desatinos e ineficacias gestionando (es un decir) los bienes y fondos públicos.
Que conste mi protesta más enérgica por esta forma de colocar amistades y clientelas en puestos estratégicos sin exigirles la más mínima cualificación para ello. Es el estilo habitual de nuestros políticos (nuestros porque han sido elegidos por nosotros), pero qué quieren, no acabo de acostumbrarme a esta disparatada y nefasta manera de (des)gobierno.