Porque soy oyente o escuchante asidua de
Radio Nacional de España en sus diversas emisoras he sido testigo de los cambios que ha sufrido esta parte del "ente", la radiofónica. Han desaparecido del paisaje sonoro (y perdón por la cursilada) voces entrañables y ha cambiado el contenido y el tono de muchos programas.
Un clásico de RNE es Manolo Hache Hache, Manolo Hernández Hurtado, que siempre se ha ocupado de rellenar la madrugada. Su programa de esta temporada lo ha llamado "La noche menos pensada" y se ha adelantado a las 12:00 hora canaria. Normalmente me he dormido o estoy a punto de hacerlo cuando empieza y sólo me da tiempo de oír a algún eminente académico, sea el señor Gabilondo, catedrático de metafísica y rector de la UAM o al señor Peces-Barba, catedrático de derecho político, político eminente y ex-rector de la Carlos III, colaboradores asiduos del programa. A esa hora de la noche por el programa desfilan muchas personas, profesionales de lo más diverso, pero siempre de calidad.
Sin embargo, hay un lema del programa que no me gusta y que me parece erróneo. Y anoche tuve ocasión de oírlo de nuevo en boca del presentador, Manolo HH. El lema en cuestión dice: "Todas las opiniones son respetables". Y eso es, además de falso, esterilizante y anti-adaptativo. No me voy a meter en el pozo sin fondo de los casos en que, gracias a que alguien no respetó una opinión, un dogma o una creencia falsa, se pudo conocer mejor y con mayor certeza una parte de la realidad. El lema del programa responde a lo que Fernando Savater llamó el "democratismo epistemológico", una posición de nefastas consecuencias. Todas las personas son respetables. El derecho a la libertad de expresión de todas las personas es respetable. Pero lo que digan no lo es. Dependerá de lo que digan realmente.
Si yo digo que el cielo está plagado de burros voladores que nos vigilan, mi afirmación no es respetable, sobre todo para ser tenida en cuenta y ser considerada plausible. No es merecedora de crédito y, por tanto, de respeto epistemológico, es decir, de ser tomada en cuenta para orientar acciones y decisiones. Lo más probable es que me encaminasen a un psiquiatra o que recibiera carcajadas generales allí donde lo dijera, aunque reclame que es mi opinión y que merece respeto.
Dado este lema, en
La noche menos pensada se oye a veces algunas cosas un tanto indignantes. Hace unas semanas, estuvo una reputada médica, especialista en cuidados paliativos y preparación para la muerte, quien lleva a cabo una muy meritoria labor para facilitar una muerte digna a enfermos terminales. En medio de sus explicaciones científicas, esta médica va y "cuela" con toda naturalidad conceptos religiosos, como el alma, y se lanza a hablar del "tránsito del alma" y otras lindezas por el estilo, más inspiradas en sus creencias religiosas que en su formación científica. Me dieron ganas de protestar en esa ocasión, pero al día siguiente ya se me había olvidado el suceso.
Pero estaba escrito en los posos del café que me tomé a media tarde que anoche yo tenía que oír un par de horas enteras de
La noche menos pensada. Estaba invitado un chamán mexicano, Iván no se qué. Todo muy exótico y no hubiera pasado de ser una entrevista a un miembro de una cultura indígena, con sus tradiciones y sus prácticas. Pero no. Este buen señor no era un chamán tradicional sino un chamán innovador. Y entre sus innovaciones estaba la de mezclar las explicaciones de sus ritos sanatorios con física, química, bioquímica y lo que hiciera falta. Todo mezclado y traído
ad hoc, es decir, por los pelos, según fuera haciendo falta en sus discursos.
Lo más curioso es que nadie le dijo a este buen señor que estaba diciendo disparates. Incluso estaba presente en el programa un científico (no recuerdo su especialidad) que nada hizo por aclarar a la audiencia que lo dicho por el chamán, muy respetable él, eran solemnes trolas. El empresario chamánico estaba, descaradamente, vendiendo sus servicios sanatorios en la radio pública. Los teléfonos del programa sonaban pidiendo contactos, el chamán dio por las ondas su email un par de veces y enseguida apareció una oyente quejándose de que estas "medicinas alternativas" eran de pago y no estaban al alcance de todos los bolsillos, cosa que el Ministerio de Sanidad tenía que solucionar en pro de la igualdad. Muestra ésto de otro supuesto de la cultura ciudadana actual: tengo derecho a que el Estado me pague mis caprichos.
El empresario chamánico innovador, jaleado con adoración desde los conductores del programa, no perdió ocasión de vender "medicina alternativa", eso sí, moderadamente y sin acritud. Pero barriendo para su casa. La medicina científica, que ahora ha pasado a ser llamada 'tradicional', cura, decía, pero él sana que es algo más, un valor añadido de su producto. Sus tambores regulaban la producción de neurotransmisores, liberaban endorfinas, corregían defectos celulares. Un chamanismo barnizado de ciencia.
En fin. Una que leyó en la adolescencia las falsísimas
Enseñanzas de don Juan, esto de chamanes con correo electrónico y expertos en marketing sanitario no acaba de digerirlo. Y no acabo de comprender qué papel juega la radio pública en esta campaña de promoción de las pseudomedicinas. Una cosa es el pluralismo democrático y social, el dar la voz a todas las partes de la sociedad española y otra es el democratismo epistemológico que favorece la credulidad y alienta la ignorancia y la superstición.
La ciudadanía paga por información independiente y rigurosa. Por eso, como escuchante medio dormida de
La noche menos pensada que tanto me gusta después de
La madriguera, sugiero que se nos ofrezca también el punto de vista alternativo a las prédicas del chamán, adobadas con terminología científica. Porque si lo que la radio pública cree es que el chamanismo, o este chamán concreto de ayer a quien tanto veneraron, cura las depresiones con tambores, lo siguiente que tiene que hacer es solicitar que se incluya una asignatura de "Tambores chamánicos" en los estudios de Psiquiatría y Psicología Clínica, que la Seguridad Social deje de comprar y recetar antidepresivos y que el Ministerio de Educación organice rápidamente unos estudios de Chamanismo y oferte Posgrados, Máster y Doctorados en esta panacea. Son muchísimo más baratos los tambores que los fármacos y muchas necesidades del país podrían ser atendidas con ese ahorro farmacéutico.
Pues eso. Que hay noches menos pensadas que otras... ;-)