Me he quedado sorprendida al enterarme por
El País de que el Vaticano tiene un "astrónomo jefe". La sorpresa, derivada probablemente de la ignorancia por mi parte, radica en no entender para qué necesita el Papa un equipo de astrónomos con un jefe a la cabeza. Pero lo tiene.
Además, como corresponde a tan delicado puesto de astrónomo papal, el astrónomo jefe opina que no es incompatible creer en dios y creer en los extraterrestres. Empiezo a entender algo. El Papa necesita un astrónomo que vaya rastreando los cielos en busca de huellas divinas: dónde están los santos, los ángeles, arcángeles y demás tropa celestial con sus trompetas. Así, los telescopios vaticanos se enfocan en busca de dios. Y si podemos creer que en los cielos está dios y su corte celestial ¿por qué no van a estar también los extraterrestres con sus civilizaciones adelantadas o no adelantadas?
Con independencia de los éxitos científicos que pueda tener este astrónomo-jefe, que es sacerdote jesuita, lo cierto es que para sostener la plausibilidad de que anden criaturas divinas entre planetas, satélites, cometas, enanas marrones, supernovas y agujeros negros, nada mejor que añadir a los extraterrestres. Aunque para eso no hace falta ser astrónomo y hubiera sido igual que fuera astrólogo. Pero añade prestigio científico, aunque en este caso nuestro astrónomo-jefe hable como sacerdote y no como astrónomo.
Como una creencia refuerza a la otra y, además, están al mismo nivel epistemológico, a ver si resulta que las civilizaciones extraterrestres (que nos vigilan o nos ignoran) no son sino colonias fundadas por las almas de los muertos. Tendremos entonces extraterrestres buenos, los que fueron al cielo, y extraterrestres malos, los que fueron condenados al infierno. Como ven, muy coherente todo...
Por ello, el astrónomo-jefe tiene razón: se puede creer en dios y en los extraterrestres. Es más, podríamos añadir que cuando se cree en uno se está creyendo en los otros y viceversa, pues ambos tipos de creencia se implican mutuamente.