Cuando uno lee la crónica del suceso, más bien que de la Universidad de LL parece que se esté hablando de la de Suazilandia; no es posible que a una institución académica que tenga la pretensión de homologarse con las del resto del mundo civilizado le venga mal que alguien investigue si le place sobre la capacidad de los batracios para el ars amandi por el solo hecho de que al comité de Ética de la Universidad, que es muy pudoroso, le resulta pornográfico ver cómo follan las ranas. ¡No, no es posible! No es posible hasta que uno se tropieza con esta perla , y de repente lo imposible se vuelve, en efecto, completamente verosímil.
Según esto, no sólo no sería imposible, sino que podría ser de hecho práctica habitual el que se concedan o se nieguen credenciales, se autoricen tesis, antítesis y síntesis, o se destinen recursos para desarrollar única y exclusivamente aquellos proyectos que respondan a la “filosofía” o a la “política” que se aviene con los principios de los Mandarines académicos de turno. Si fuera éste un caso con marchamo Venezolano ya estaríamos echando pestes del asilvestrado agropecuario y de la constelación de arbitrariedades a que da lugar su “República”; como estamos en la Democrática y cada día más Liberal España, dulcificamos hasta donde nos es posible, y nos limitamos a hablar por lo bajinis de las peculiaridades de una “Monarquía” a la que un día sí y otro también le apretamos un poco más las tuercas a ver si acaba menguando hasta que acabe quedándose únicamente en el epíteto: “Bananera”.
¡No se jode a la ciencia! parece ser la consigna, y mucho menos se pone en cuestión la jurisdicción y las prerrogativas de los Académicos-Científicos para determinar el Orden de lo Real, y por extensión, para decretar qué debe ser investigado, cuándo, cómo y bajo qué paradigma debe ser investigado ! ¿Y con quién pretendían Vds. que el polvero investigara sus comistrajos, con la Momia Guanche?
Echándole un poco de imaginación podría verse en esta batallita de patio de colegio otra secuela (a escala mucho más modesta por supuesto, pero con un tufo aldeano que tira de espaldas) de aquella otra pugna que antaño mantenía la Teología frente a la incipiente Ciencia (Ciencia que no resulta ser otra cosa que la secularización de Aquélla). Es evidente que el Comité de Ética de LL no es la inquisición, y Meléndez tampoco es el hereje Galileo; aquí no se pone en cuestión qué gira alrededor de qué… ¡No, no! Aquí hay un consenso fundamental sobre un axioma científico que ninguna de las partes tiene voluntad ni capacidad de refutar: la Caspa, ni se genera ni se destruye, sólo se transforma. Aquí lo que se discute es cuál de los estamentos (el jurídico, el académico o el político) tiene legitimidad para transformar la Seborrea en un producto socialmente rentable que acabe revirtiendo, faltaría más, en beneficio propio. Porque otro axioma igual de incontestable que el anterior dice que detrás de la así llamada “cosa pública” SIEMPRE hay algún interés privado.
Al polvero le tumban la tesis, pero se la promueven a otro capullo que investiga la reproducción en cautividad del ornitorrinco porque el consejero de medio ambiente tiene una sobrina que se va a casar con otro aún más capullo que ha pedido un Leasing a Caja Canallas para abrir el Chocolate del Loro Parque II, y como el tema está muy crudo, digamos… muy “parado” hay que darle un empujoncito desde la consejería previo dictamen técnico, vinculante o no pero favorable, elaborado diligentemente por la venerable Institución Académica. ¿Tendría algún sentido preguntarse a estas alturas si es la Universidad la que gira alrededor del Mercado, o si por el contrario es éste el que rula en torno a aquélla? Evidentemente ¡NO! La propia pregunta encierra en sí misma una falacia: la que distingue entre la Una y el Otro: “E pur si muove”.
Así que ya no puede quedar ninguna duda al respecto después de leer la perla de marras; una de tantas con las que de tarde en tarde nos deleita Caperucita. De igual manera que existe una filosofía “adorno”, (¿Pensamiento reducido a mero complemento insustancial porque no se aviene con la ideología propia, o simplemente, y lo que es aún peor: por-que-no-se-en-tien-de?), se sigue que debe existir una filosofía Sustantiva… Fundamental que es la que a la Doña le debe hacer más apaño. Queda por saber cuál sea el criterio con el que discrimina entre la filosofía que merece fondos públicos y la que no.
¿Le concedemos la aquiescencia a los Dialécticos Hegelianos y se la quitamos a los Postestructuralistas? ¡Qué grata la evocación de un Sartre burgués y decadente que postula una Libertad (con mayúscula) cuya condición de posibilidad es la nada; qué lírico, y además con la catedral de Notre Dame al fondo! ¡Que depravación la de un Foucault cuyo sinsentido le hace transitar de un extremo al otro del espectro político sin comprometerse al final con nadie! Así pues, mantengamos a raya aquello que socava el Humanismo Liberal Tecnodemocrático, y subvencionemos y promovamos aquello que lo fomenta: ¡Nihil obstat quominus imprimatur!
Siendo así que Caperucita ve fantasmas Metafísicos por todas partes, su problema debe ser que está tan inmersa… tan persuadida de las bondades de esa bazofia positivista y bienpensante que ha mamado del panoli de su querido Maestro, que se ve incapaz de dar el salto al límite y contemplar siquiera la posibilidad de un pensamiento que no pase por el discurso del Fundamento, de la Sustancia, del Sujeto, de la Verdad Objetiva, etc. Que asimile postmodernidad y metafísica demuestra a las claras que su competencia filosófica es nula. Hasta un imberbe damnificado por la ESO sabe que si alguna noción define a la postmodernidad es precisamente la de ser contrametafísica.
O no han leído lo suficiente, o no les ha llegado aún el carguero con el contenedor de la contrailustración, o si les ha llegado se han negado por principio (o por prejuicios de casta) a recibirla; o lo que es aún peor, no la entienden; porque cuando a Caperucita (o a su conspicuo Maestro) le mencionan a un Nietzsche, o a un Heidegger, o a un Gadamer, o un Deleuze etc, la primera reacción instintiva que le sobreviene es coger el teléfono y llamar al 091: “¡Señor Agente, que viene el Lobo, que viene el Lobo!”. Estamos de acuerdo en que tampoco se le puede pedir peras al olmo, pero aterra pensar que funcione con el mismo rigor dentro de su propia disciplina, que no es sino la hija bastarda de la filosofía (me refiero a la Sociología… no vaya nadie a pensar mal :-)).
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