No hace nada, Europa entera se escandalizaba ante la intolerancia islámica con el caso de las viñetas de Mahoma publicadas en un periódico danés. ¡La libertad de expresión está en juego! ¡No cedamos ante la intolerancia! bramaban tertulianos y periodistas (y periodistos ;-)) en sus medios, poniendo a caldo a los musulmanes por su falta de tolerancia, su estrechez mental, su dogmatismo intransigente y no recuerdo qué más lindezas cargadas de adjetivos. Los más moderados decían que era cuestión de tiempo, del tiempo necesario para que las sociedades islámicas se modernizaran un poco y alcanzaran la libertad y la tolerancia que caracteriza Europa y bla, bla, bla.
Foto de El Plural
Pues bien, ha sucedido todo lo contrario. Basta que un artista, en uso de su libertad creativa de expresión, pintara algo que se considera ofensivo para el cristianismo (o la cristiandad, que no sé bien), para que las reacciones intolerantes, instransigentes, dogmáticas y fundamentalistas hayan salido a la luz y hayan tenido consecuencias. Como informaba ayer
El País, la directora del Museo de Arte Moderno de Balzano fue destituida fulminantemente por tener expuesta "La rana crucificada" del artista alemán Martin Kippenberger. Había protestado Benedicto 16 y una serie de mandamases católicos ofendidos. No salieron a quemar banderas alemanas porque la calle no la suelen pisar. No podrán condenar al artista a la hoguera porque ya está muerto. Pero han despedido a la Directora y la censura campa por sus respetos, en un clima de ascenso del neofascismo que, cuando menos, resulta inquietante.
La "tolerante" Europa ya duerme en paz. La libertad de expresión y de creación duerme también. Esperemos que no sea el sueño de los justos. Y aún estoy esperando oir en alguna tertulia los bramidos contra la intolerancia que tanto afloran cuando el intolerante es el otro.