Me refiero, como todo el mundo, al proceso de reformas de la universidad española con la excusa de los acuerdos para el espacio europeo de educación superior (EEES), denominados de Bolonia por ser en esta ciudad donde se fundó la
primera universidad de occidente. Salen todos los días noticias sobre los estudiantes de algunas universidades que protestan con cierta escenografía "sesentayochesca", al tiempo que aparecen artículos de profesores criticando diversos aspectos de la reforma y la forma (desastrosa) como se viene llevando a cabo el proceso, primero por el PP y después con el PSOE. Un cúmulo de despropósitos cuyas consecuencias vamos a estar pagando los próximos 50 años (y perdón por el futurismo, pero 50 años es el promedio en que surge una comunidad de pensamiento, una escuela intelectual).
Aprendí mis "primeras letras" sobre Bolonia con
Julio Carabaña, en su ensayo
Bolonia: ¿otro espejismo europeo? que se remonta a 2006, cuando 2010 era aún un horizonte lejano. Con Carabaña pude ir más allá de la información sobre los acuerdos tomados por los Ministros de Educación de los países de la UE y atisbar algunas consecuencias de las acciones emprendidas en España al amparo de esos acuerdos. Ahora, cuando el 2009 está a la vuelta de la esquina y el 10 asoma también, algunos de los peores temores de Carabaña se han corporeizado. Estos días pasados dos filósofos,
José Luis Pardo y
Manuel Cruz, escriben críticamente sobre el proceso de reforma -el coste cero, la exclusión de los centros de decisión, la mercantilización, etc- y el catedrático de Ciencia Política
Joan Subirats pone de manifiesto las tensiones y conflictos que se entrelazan en torno a 'Bolonia'.
Después de 30 años en la Universidad, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y lo que ven mis ojos es lo mismo y más de lo mismo. Cambios de nombres que quieren dar la impresión de cambios de cosas, pero que sólo son 'flatus vocis'. Las universidades tradicionales son instituciones tremendamente conservadoras y el predominio de los lazos personales medievales las ayuda a acomodarse sin cambiar realmente.
No sé si ésta es la mejor estrategia en estos tiempos de feroz apropiación privada del conocimiento. Porque este hecho es lo que no aparece en las argumentaciones de los críticos. La universidad no se va a privatizar. Lo que se privatiza a velocidad galopante es el conocimiento y cómo se accede a él. De eso no se habla.