No se crean que se trata de porno duro o algo por el estilo. El título está tomado de un artículo de
El País firmado por
Ulrich Beck, el sociólogo conocido por su libro
La sociedad del riesgo.
Las que perversamente se han acoplado son la ineptitud con la avaricia desmedida, la gestión ruinosa con las indemnizaciones millonarias, lo legal y lo ilegítimo. De ello tratan escandalizados estos días los teóricos mediáticos, por ejemplo,
Krugman. Pero lo realmente escandaloso es que no lo hayan visto antes o no hayan dicho nada antes.
Hay una observación de Beck que me parece certera:
Las desigualdades sociales se convierten en material conflictivo que se inflama con facilidad, no sólo porque los ricos siempre son más ricos y los pobres más pobres, sino sobre todo porque se propagan normas de igualdad que están reconocidas y porque en todas partes se levantan expectativas de igualdad, aunque al final queden frustradas.
Que las expectativas frustradas suelen ser la gasolina de las revueltas sociales y las revoluciones es casi un teorema sociológico, y ya han sucedido casos, como las revueltas en las barriadas francesas hace poco años, que lo apoyan. Beck, un tanto amigo de las predicciones, continúa:
La revuelta contra las desigualdades realmente existentes se alimenta así de estas tres fuentes: del desacoplamiento entre rendimiento y ganancia, de la contradicción entre legalidad y legitimidad, así como de las expectativas mundiales de igualdad. ¿Es ésta una situación (pre)revolucionaria? Absolutamente. Carece, sin embargo, de sujeto revolucionario, por lo menos hasta ahora.
¿Puede haber revolución sin sujeto revolucionario? Llevamos dos décadas en las que los medios nos han bombardeado (o rociado, que suena menos bélico) con revoluciones de todo tipo, efectos directos o colaterales de la 'gran' revolución de las nuevas tecnologías a partir de la microlectrónica, la cibernética y la informática. Son revoluciones tangibles que nos han hecho depender de un artefacto desde el que somos controlados al mismo tiempo que creemos que nos comunicamos y formamos parte de algún todo. Beck pregunta:
¿dónde están los movimientos sociales que esbozan una modernidad alternativa?
No sabemos bien si la modernidad alternativa es como las llamadas "medicinas alternativas" (que ni son medicinas, ni alternativas). Porque en este final de su análisis Beck se diluye como sacarina. ¿Qué le lleva a preguntarse por los movimientos sociales? ¿No debía ya saber que andan a la búsqueda de alguna identidad perdida, sea la madre naturaleza, la madre patria o la madre freudiana? ¿No se ha dado cuenta de que la izquierda se ha convertido al idealismo subjetivo desde hace al menos 20 años?
¿Y que de tan alternativa que es ya no sabe sino alternar?
Ya les digo: acoplamientos perversos...