Qué lástima que la legión extranjera esté tan de capa caída y ya no concite la adhesión de tanto salvapatrias que no sabe qué hacer con su tiempo y se dedica a buscar dragones para poder enfundarse el traje de San Jorge.
¡ Vaya con la “perreta” de los argumentos ! A ver cuándo nos enteramos de que la carga de la prueba corresponde aportarla al acusador; no a la defensa, ni al jurado popular, ni eventualmente al que, como yo, está acreditado para tomar un par de instantáneas y escribir alguna reseña a pie de página. A ver si encima de abonar la entrada también me va a tocar poner a mí los canapés de salmón y los pinchos de tortilla. ¡No te jode!
Esta buena Señora en realidad no pide argumento alguno; lo que solicita es que le aclaren sus propias contradicciones internas, y eso, como los pecadillos de juventud, sólo se cura en la intimidad del recogimiento espiritual, con penicilina, y haciendo mucha, mucha penitencia. A ver si va a tener razón el otro capullo y, una vez agotado el culebrón de los polvos del Meléndez, lo que está pidiendo a gritos es un poco de esa maravillosa religión civil de la que disfrutan los yanquis para dar contenido al blog, y tal vez, para rellenar otros espacios vitales. ¿Habrá pensado en hacerse nacionalista? ¿Tendrá ya pinchada en la mesa la banderita con las 3 barras y las 7 estrellas?
Pero no cabe perder el tiempo ni hacérselo perder a los demás intentando refutar una falacia; sólo hay que tener la paciencia necesaria y darle un poco de carrete para dejar que se hunda por sí sola. El mejor “argumento” contra una falacia es sentarse a esperar comiendo palomitas delante de la pantalla, y llegado el caso, si y solo si no hay otra cosa mejor que hacer, reducirla al absurdo.
Y me temo que del principio de no contradicción, por ser primero, no hay argumento ni demostración posible; lo que sí se puede es mostrar las consecuencias que se derivan de su infracción, y de paso, si es posible, como ya se viene diciendo, echarse unas risas a costa del cap… perdón, quiero decir, del infractor/a de turno :-D
Nada que objetar al hecho de que esta Señora y otros liberales, ecológicos o macrobióticos (de esos que solucionan el mundo los domingos por la tarde en los bajos del Mencey tomando té con pastitas de brotes de alfalfa y luego se van a las Teres para echarse un canuto porque en la Ramblas queda cutre) lancen sus diatribas en contra de don Hugo, o en contra de don Perico de los Palotes si les place; faltaría menos.
Pero para que expresiones como ésas a las que parece estar suscrita por contrato resulten aceptables deberían ser formuladas (y es ahí donde tendría que ser un poquito más aseada) poniendo por delante su contingencia, su relatividad. Si realmente pretenden ser tenidas en cuenta deberían limitarse a sugerir algo como: “Parece, es posible, es probable, es verosímil que Chávez sea un autoritario”.
Y del mismo modo deberían ser lanzadas las invectivas que vienen del otro lado del atlántico, pues nos consta que hay una mayoría de venezolanos que está igualmente convencida de que, después de Castelar, el mejor orador que ha dado el parlamentarismo español es don Paulino Rivero.
De hecho, la contingencia, la relatividad, el carácter no absoluto de estos enunciados: 1) Chávez es fascista, y 2) Paulino es brillante, se pone de manifiesto cuando ambos son refutados por la realidad empírica. En el primer caso, por obtener don Hugo el respaldo mayoritario de los votantes:
Negar legitimidad a este sistema democrático, por muchas singularidades que presente (o se le quieran presentar de forma espuria), sería negar legitimidad a la “esencia” misma y la pluralidad de la Democracia: el tan cacareado “kratos” del “demos”. Y a la inversa, afirmar que sólo hay un “kratos”, que sólo hay un modelo de Democracia, el europeo, que, por ser el único legítimo, debe regir necesariamente en todo el orbe en virtud de la superioridad de sus valores morales, políticos y sobre todo económicos supondría volver a incurrir en ese colonialismo tan nefasto del que ya se supone nos deberíamos haber curado.
Y en el segundo caso, por obtener igualmente don Paulino el respaldo mayoritario de los votantes:
Siendo así que el pueblo español en general y el canario en particular tiene el prestigio de esa extensa y secular tradición democrática que le avala, de sobra sabe tanto éste como aquél que el político más “aprovechable” no es el político más brillante, sino el más manejable, el más majadero y el más mendaz. Precisamente por eso van y plantan a don Papanatas de presidente del gobierno. ¡ También los designios de la democracia son inescrutables !
Que Chávez sea autoritario o que Paulino sea competente son dos enunciados que resultan ser válidos si y sólo si admiten ser contingentes.
Como se ve, nadie puede negar, en efecto, que la “esencia” de la democracia sea como poco incierta, accidental, cuando no directamente contradictoria: el “demos” solo alcanza el “kratos” cuando aquél deja de ser lo que es y se convierte en éste, que es precisamente su contrario: el “kratos”. En realidad, de una forma o de otra, todo hijo de vecino sabe o intuye que la democracia no tiene “esencia” ni fundamento objetivo alguno: no hay una realidad “en-sí” de la democracia, pues ésta no tiene otra “substancia” que la meramente retórica, como muy bien sabían aquellos que la promovieron hace veintitantos siglos; no otros que esos picapleitos charlatanes y embaucadores que todo el mundo conoce como sofistas.
“La democracia de la laringe”. A este respecto las diferencias entre don Hugo y don Paulino resultan triviales, puesto tanto uno como otro conocen de sobra las reglas del juego: la política exige a quien se aventura en ella la adulación del auditorio y el acomodo del discurso a su “pathos”, así como la renuncia a los valores morales y éticos en la medida que supongan una traba para conseguir sus intereses particulares (Maquiavelo); intereses, que, claro está, siempre van envueltos en el papel celofán del interés general.
Que don Hugo sea un poco asilvestrado y don Paulino más “delicadito” es irrelevante. Como técnica que es se puede haber depurado desde los tiempos de Pericles, pero el fundamento de la retórica sigue siendo el mismo que llega hasta Obama: se justifica a sí misma por su eficacia y por su utilidad, no por su verdad.
Y sabido y requetesabido esto hay quien a estas alturas de la película se sigue rasgando las vestiduras, y hasta se escandaliza de las constantes invocaciones a la divinidad que don Hugo hace en su así llamada “retórica del socialismo del siglo XXI ”. Pero ¿No es esa retórica análoga a la que apela la derecha liberal cuando se refiere un día sí y otro también a la mano invisible del mercado como único orden (natural) capaz de asignar eficientemente recursos al sistema?, ¿Acaso no es esa mano otra cosa que la secularización de la divina providencia teológica que supervisa y garantiza el destino de la humanidad hacia su culminación más plena? Y no menos oscura y metafísica es la retórica de la igualdad que invoca la izquierda liberal como seña de identidad. ¿En qué consiste esa igualdad? En no otra cosa que en sostener que ese mito puede desenmascararse, racionalizarse y hasta planificarse… en hacer que, no sólo la mano sino el brazo, el codo, la clavícula y el resto de las partes participen igualmente en el funcionamiento orgánico del todo social.
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