Miren por donde, el Vaticano se ha metido también en el campo de la doctrina estética. No contento con etiquetar lo bueno y lo malo, la virtud y el vicio (según sus particulares gafas en forma de fonil), ahora se apropia de la belleza y la fealdad, tachando al (pen)último enredo del caso Gürtel que implica al viaje del Papa a Valencia, de caso
feo.
No injusto, malo, corrupto o pecaminoso, no, sino feo. Más aún: "es un caso ciertamente feo. Los negocios sucios siempre son feos". Nada de vicio, de pecado o de inmoralidad que exija arrepentimiento, penitencia y perdón. Eso parece que se reserva, en el caso de España, para las leyes del gobierno democráticamente elegido al que sus medios de comunicación y propaganda (el agi-prop episcopal nacional-católico) denigran e insultan todos los días entre rezo y rezo de las horas canónicas.
El pecado, el mal y la inmoralidad lo reservan, parece que de forma exclusiva, para el sexo: practicarlo por placer y con seguridad, prevenir embarazos no deseados y poder abortar en caso de necesidad. Algo que ni al mismo
Malthusse le ocurrió, pero que el Vaticano considera vicio y no virtud, por más sufrimientos, dolores y miserias que puedan traer consigo las consecuencias de entregarse al erotismo y al sexo con quien a cada cual le plazca y se lo permita.
Como las cosas feas no son pecado, pues nada, a tirar a córner, escurrir el bulto y lamentar el disgusto por lo sucedido dejando claro que el Vaticano nada tiene que ver con la organización local del evento mass-mediático de las visitas papales, que mueven muchedumbres y, si aceptamos las tesis de
Durkheim, son fuentes de efervescencia colectiva que dan origen a categorías de pensamiento, significados y valores.
Se están revelando en el seno del PP gentes dotadas de gran talento para estafar a los correligionarios y amistades de la misa de 12, para enriquecerse a costa de creyentes y practicantes. Como lo importante es el sexto mandamiento, del séptimo -no robarás- no se ocupan. Quizás por ello cada vez más creyentes en España se hacen protestantes sin saberlo: creen en su dios pero no en los curas, a los que sólo utilizan para bodas, comuniones, bautizos y funerales. Y para organizar manifestaciones antiabortistas y tendenciosas desde los púlpitos y las redes sociales católicas, muy activas estos días.
Muy feo, sí señor. Y muy mal hecho.